Terminación de origen francés proveniente del latín terratorium, y designa a una extensión geográfica bien delimitada y homogénea. El suelo óptimo para la vid debe ser pobre (sin exceso de materia orgánica), suelto, y con buen drenaje. La vid debe luchar por su supervivencia, debe esforzarse, debe trabajar por conseguir agua. Si así no fuese, se obtendría un exceso de tamaño, con uvas muy grandes y su interior muy acuoso. En un suelo fértil, se pueden plantar muchas plantas por hectárea, para crear competitividad entre ellas y limitar el crecimiento. En un suelo más pobre, no existirá el problema de grandes uvas y acuosas, los rendimientos serán menores pero con muchos más matices a fruta. Los terrenos compactos pueden generar inconvenientes de encharcamientos y retención de agua, al revés pasa en aquellos más sueltos que ayudan al drenaje y fomentan el crecimiento de las raíces a mayores profundidades en busca de alimento.
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